Hoy, volviendo de Capital, en el tren, surgeron estos versos. Se los comparto.
Que indiferencia
que hay al hablar.
Cuando no escucho,
y en vano lucho
y voy solo al andar.
Cuanta jactancia
hay al caminar.
Como si fuera,
el deseo que muera
así al rechinar.
Que ha ocurrido
si yace un hurgar.
Es frío el encuentro,
un lejano momento,
que se hace rogar.
Pero es el final.
Ya como nunca
lo veo pasar.
Si no la vida se trunca,
no es vida, es azar,
si no la vida se oculta
ante los latidos del mal.
Que vida tan vana
de solo allí estar.
Cuando el torrente
de un rió se siente
y parece desbordar.
Cuanta arrogancia
que no va a terminar.
Como el oscuro,
en un alto muro,
que desea cruzar.
Que no he sabido
¡quien era cual.!
Ha llegado el momento
de ir al encuentro
para morir o matar.
Pero es el final.
Ya nada me abdica,
si no en la vida
ya no se podrá andar,
si no la heridas
no van a curar.
Que nueva esperanza
me da al caminar.
Es el viento así, suave
y vuelo como un ave
es eso, volar.
Cuanta belleza
veo allí, es como izar
ese gran sueño,
empujando al empeño,
que ya no se va.
Que no he sabido
¡ahora lo sé.!
Vibrando tan alto,
no viendo ya espanto
comulgando la fe.
Pero es el final.
Hay un nuevo comienzo,
que no se hace rogar.
Es un nuevo encuentro
que va a perdurar.
Es el vuelo eterno.
Es volar y volar
ALFREDO LEGNAZZI
26 DE FEBRERO DE 2018
Este poema formará parte de mi libro de poemas El juego de la Vida.
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